domingo, 24 de marzo de 2013


"Sin embargo, al cumplir Andrés los seis años, la situación cambió. Aprendió a leer en las escuelas del Ave María y entonces, por fin, tanto él como su madre comenzaron a apreciar la parte más positiva de aquel tutelaje: el acceso a la lectura. Simona no era una mujer inteligente, pero llevaba décadas observando de cerca cómo vivían los ricos y tenía las luces necesarias como para percibir que, además del dinero y las propiedades, la educación y la cultura tenían también algo que ver en aquel menester. Por eso, cuando doña Manolita empezó a suministrar a su hijo libros infantiles a los que él de otra manera jamás habría tenido acceso, ella intuyó que por fin su señora estaba aportándole algo valioso." 

María Dueñas, Misión Olvido.